domingo, 20 de enero de 2008

CUENTACUENTOS 21-1-2008

Frase de la semana de Fantasmín: "Se truncó la noche en áspera y feliz, en oscura y con destellos (yo creo que por las farolas)."

Se truncó la noche en áspera y feliz, en oscura y con destellos (yo creo que por las farolas). Aquella oscuridad nos brindaba un misterio maravilloso que seguro habían vivido durante siglos los hombres, pero que desconocíamos los que como yo, estábamos acostumbrados a las luces de neón y a las noches de televisión y aire acondicionado.
No me pude resistir y salí a la calle desde donde el cielo era todo un espectáculo de luz. Pronto fueron uniéndose otros amigos igual de asombrados y maravillados que yo y decidimos adentrarnos en el parque cercano a nuestras casas, donde todos sentados en el césped, primero estuvimos escuchando a los grillos y otros sonidos extraños. Parece mentira, pero este tipo de sonidos no se oyen cuando hay luz y el brillo de la luna y de las estrellas pasan desapercibido cuando alumbran las bombillas y los focos artificiales.
Fueron muchos los vecinos que tuvieron la misma idea que nosotros y de pronto nos vimos reunidos muchas personas de diferentes edades, con las que nos cruzábamos a diario y ni siquiera a veces saludábamos.
Mariano, un vecino marinero, empezó a relatar una bonita historia vivida en alta mar, en una noche de una feroz tormenta.
Después fue Jorge, un chico que acostumbraba a hacer montañismo el que contó las maravillas que se podían ver y sentir en la noche desde lo alto de una gran montaña.
También el Señor Antonio, un hombre de más de ochenta años y que había vivido la guerra civil del 36, contó historias increíbles de cuando afinados en las trincheras o haciendo guardias en las líneas de fuego, habían podido vivir él y sus compañeros, algunos de ellos abatidos en el campo de batalla por aquel entonces. Historias que emocionaron a todos los que allí estábamos.
Una vez vuelta la luz, el encanto pareció desvanecerse y poco a poco los vecinos fueron regresando a sus casas, pero mis amigos y yo permanecimos un poco más y estuvimos hablando de lo mágico que había resultado el percance y a mi me salió, como pensando en alto, "ojalá sucediera todas las semanas".
Al día siguiente lo comentamos en clase y también éramos distintos al cruzarnos con algún vecino. Era como si hubiera una complicidad que antes no había. Como si desde ese instante del apagón, los vecinos fueran más que vecinos. Como si fueran alguien de nuestra familia.
La cuestión es que en la siguiente reunión de la asociación del barrio, el tema se trató con más profundidad y decidieron que todos los miércoles por la noche habría reuniones intergeneracionales en el parque, en una glorieta, donde se pidió al Ayuntamiento dejar ese día sin luz desde las diez a las doce de la noche.
La experiencia está siendo tan estupenda, que ha cambiado mi vida y mi forma de pensar por completo. Igualmente pasa con mis amigos y con la gran cantidad de personas que nos reunimos miércoles tras miércoles y que va en aumento cada semana.
¡Ahhh! Se me olvidaba de decir que en esas reuniones no hay edades y cada cual cuenta su historia siendo escuchado por todo el mundo con el máximo respeto.
Marisela

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sábado, 12 de enero de 2008

CUENTACUENTOS 14-1-2008

Cuentacuentos 14-1-2008

Frase de Brian Edward Hyde: "Pasaron varios días hasta que alguien..."

Pasaron varios días hasta que alguien advirtió la presencia de aquel objeto extraño encima de la chimenea del gran salón. Precisamente fue Bernardo, el más avispado de los hijos de Clemencia, el primero en darse cuenta de dicha aparición y que de vez en cuando, el raro artilugio desprendía una tenue luz color esmeralda. No lo hacía siempre con la misma frecuencia. Podía pasar horas sin que el objeto diera ninguna señal, como que se apagaba y se encendía varias veces en cuestión de algunos minutos sin tener una explicación razonable para el muchacho. En principio, miró y remiró desde distintos ángulos aquella figura con forma de pentágono y en su conjunto de un color rojizo oscuro parecido al de la madera de caoba. Por más que miraba, a Bernardo le parecía cada vez más desconocido. Él no había visto nada similar en los años que tenía de vida. Sin atreverse a tocarlo, decidió que lo mejor sería pedir otras opiniones y para ello, se reunió con dos de sus hermanos mayores, teniendo mucho cuidado de no ser escuchados por los más pequeños de la familia.
Juan y Federico, los dos hijos mayores de los doce que componía la familia Méndez López, escuchaban a Bernardo con la boca abierta y con suma impaciencia por poder ver ellos también aquel juguetito raro del que hablaba su hermano, pero Bernardo, nuevamente dando una lección de cordura a sus hermanos mayores, explicó que no sabían si aquello podía ser peligroso y que sería comprometido hacerlo a horas que pudieran estar rondando por la casa algunos de los peques. Sobre todo, los gemelos de cinco años, para los que no había trabas ni peligros suficientemente importantes para frenar su innata curiosidad por todo.
Los tres decidieron bajar a las diez y media de la noche, cuando ya casi todos estaban durmiendo. Además, en principio lo harían por separado y procurando levantar las mínimas sospechas de los que aún estuvieran deambulando por la casa.
Llegada la hora prevista, el primero en bajar fue Federico, pidió ese derecho por ser el mayor de todos y porque conocía un poco más que los anteriores los aparatos de nuevas tecnologías. Cuando subió a la habitación, estaba tan desconcertado como su hermano Bernardo y advirtió que una vez que bajaran los otros dos, si aún no sabían de qué se trataba, entonces cogería e intentaría abrir el dichoso aparato.
Juan bajó las escaleras como si en la casa hubiera un asesino suelto y él fuera la próxima víctima. Él siempre había sido muy fantasioso e incluso se armó con un bate por si aquel objeto era algo venido de otro planeta para espiar a su familia.
Cuando los tres muchachos se volvieron a reunir en el cuarto y en vista de que ninguno había podido descifrar el enigma del misterioso artilugio, decidieron bajar todos juntos e intentar abrirlo de una vez.
Bajaban cuidadosamente los tres, cuando observaron a sus padres y a la señora que los había cuidado desde pequeños con el raro objeto en la mano de la madre, que seriamente le indicaba al padre que había que abrir el aparato, mientras que la señora Antonia, ofrecía algo al cabeza de familia de forma solemne.
Juan, indicó a sus hermanos que se echaran al suelo, porque seguro que habían sido inducidos por los extraterrestres que se habían adueñados de sus cuerpos, asegurando que seguro era una invasión.
Ramón Méndez, padre de la gran familia numerosa, procedió a abrir el pentágono introduciendo en el interior lo que le ofrecía la buena de Antonia y dándole a cambio algo a la mujer, que se llevó rápidamente hacia la cocina.
Los chicos subieron nuevamente arrastrándose como pudieron, para no ser descubiertos y pasaron la noche en vela y expectantes por si alguien extraño acudía a la casa durante la madrugada.
A la mañana siguiente y como era costumbre en el hogar de los Méndez, se armó el gran revuelo que forma una familia de quince personas para asearse, desayunar y ponerse en marcha para la nueva jornada.
Juan, Federico y Bernardo, parecían muertos vivientes después de la odisea nocturna y la desesperación y la impotencia representadas en sus asustadas caras.
Federico se acercó sigilosamente hasta la chimenea para ver si el dichoso y maligno aparatejo continuaba en el mismo lugar, cuando la mano de Clemencia se puso en su hombro, asustando mucho al chaval.
-¿Te gusta como huele el ambientador que me ha traído tu tía de China? -Preguntaba la pobre señora al chico, que más que a la madre, veía a un lagarto verde venido de otra galaxia-
-¿¡QUEEEEÉ!? ¿Esto es un ambientador?
- Si hijo ¿A que parece increíble que un ambientador tenga una fragancia tan delicada y una forma tan elegante? -La madre continuó diciendo que ya le habían puesto las pilas y que en toda la casa se podía oler el magnífico aroma que desprendía-
-Lo siento mamá, pero ahora me tengo que ir, tengo mucha prisa -decía Federico mientras se apresuraba en buscar a sus dos hermanos que tenían proyectado quedarse escondido en la casa y acabar ellos solos con los temibles alienígenas.

Marisela



jueves, 3 de enero de 2008

CUENTACUENTOS 7-1-2008

Cuentacuentos 7-1-2008

Frase de los Duendes "Los muertos no necesitan aspirinas"

Los muertos no necesitan aspirinas y los que las tomamos con frecuencia por motivo de algunos "vivos", tampoco la necesitaríamos, si ellos estuvieran fuera de nuestro mundo.
El 27 de Octubre de 1990, la maestra Carmen, empezó a traumatizarme a mí y a otros alumnos. Quizás podría añadir sin equivocarme, que además también lo hacía con gente fuera del colegio.
Recuerdo la fecha con exactitud, porque hacía poquito que había empezado el nuevo curso y porque ese día me avergonzó delante de toda la clase. Pasé tal apuro, que no creo que la fecha se me pueda olvidar jamás.
Esta mujer estaba como ida. ¿Qué digo ida? Estaba loca de remate. Se comía las uñas, los lápices o su propio pelo. Era tan nerviosa y lo sigue siendo aún, que tenía que tener algo en la boca chupándolo o mordisqueándolo sin parar. Hablaba sola, gritaba como una energúmena o corría por todo el colegio sin motivo de alarma o urgencia que así lo requiriera. Después de comer, se enojaba de forma especial. Nunca he podido saber si es que padecía de estómago o era otra de sus excentricidades para llamar la atención de todo el mundo. Eso no es todo por desgracia. También manipulaba a l@s alumn@s y hacía que fueran a visitar a un amigo o novio que tenía, (que por cierto vivía con ella).
A mí me hizo pasar los peores momentos de mi vida:
Me puso en ridículo delante de todo el colegio, llamó a mi padre para que me llevaran al psicólogo (que por cierto, resultó ser otro psicópata de mucho cuidado), se inventó haberme oído decir que me iba a suicidar y le decía a los padres de mis compañeros que yo era una mala influencia para sus hijos (resultando obvio, que me pasé el curso sin ningún amigo o amiga en la que poder confiar). Creo que eso lo debió hacer con todos, para que los niños no habláramos entre nosotros y pudiéramos llegar a conclusiones que en ese momento por nuestra edad se escapaban de nuestro entendimiento.
Otra chica y yo, la empezamos a llamar como mote "la droga". Al principio sólo se lo llamábamos nosotras dos, pero no tardó mucho tiempo en que la llamara así toda la clase.
Para colmo, descubrí cierto día, que le gustaba mi padre y que trataba de engatusarlo con ciertas artes eróticas que al parecer, dominaba a la perfección. Desde ese día, puse en guardia todos mis sentidos y me puse a vigilarlos de forma desesperada... No quería ni pensar en lo que ocurriría, si también ponía a mi progenitor en mi contra.
Gracias a Dios, mi padre no cayó en sus redes y eso hizo que ella me odiara más si cabía.
Sé de niños a los que ha jodido la vida para siempre (aunque conmigo no pudo).
Lo peor de todo esto, es que en la actualidad sigue dando clase de primaria y eso quiere decir que sigue usando las malas artes y entrañas, porque de no ser así, ya hubiera sido descubierta.
Hoy día, todo el colegio la llama "la droga", pero que yo tenga conocimiento, nadie se ha atrevido a denunciar todas esas cosas que desde siempre ha hecho. Quizás todos los que hemos sido alumnos suyo no estemos preparados para enfrentarnos a que no nos crean y le den preferencia a su detectable e "intachable" expediente y a su saber manipular.
Si al menos, pudiera reunirme con antiguos alumnos y hablar de nuestras experiencias, pero pasado todos estos años, seguimos viéndonos como bichos raros nada convenientes y tomando aspirinas para calmar los dolores de cabeza que nos causa el recuerdo y la impotencia. Así ha ido sucediendo curso tras curso en todos estos años.
La quiero muerta, al menos para la enseñanza y dejar de enriquecer a Bayer con la compra de tantas aspirinas.
Marisela
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