Cuentacuentos 25-6-2007
Frase de la semana: "Imaginaba que era un pirata cuando jugaba con su espada de madera"
Imaginaba que era un pirata cuando jugaba con su espada de madera o Tarzán saltando de liana en liana, por poner algunos ejemplos. Todo dependía de la película que hubiera visto el domingo. El resto de la semana lo pasaba creyéndose realmente el protagonista de los filmes de aventuras que tanto le gustaba y que representaban para él su mayor ilusión.
La imaginación que Antonio había tenido desde su más tierna infancia, fue realmente su mejor escuela para convertirse en el reconocido y prestigioso escritor, que era hoy día.
Antonio era el mayor de tres hermanos, cuya niñez había transcurrido en la segunda mitad de los años cuarenta, en un pequeño pueblo de Castilla la Mancha, cuando el cine en España, era la mayor atracción, por no decir la única, para la mayoría de los niños y no tan niños de aquel entonces. Las películas que se proyectaban por aquella época, pasaban desde el misticismo más absoluto a las de aventuras importadas desde los gigantes estudios de producción de Estados Unidos, como eran la Warner Bros., Metro Goldwyn Mayer, Universal Studios, Columbia o la Paramount entre otras y que tantos y buenos beneficios obtuvieron de una Europa desolada, tras la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.
En España en particular, además del entretenimiento de la población, que aún no estaba recuperada de la hambruna que había dejado la Guerra Civil, se intentaba por todos los medios evitar información desde el exterior, que criticara o descalificara de algún modo la tiranía de la dictadura de Franco y sobre todo, que echara a perder el lavado de cerebro que estaban sufriendo los españoles por el propio dictador y por la iglesia católica.
Nuestro protagonista, además de adoptar cada semana una personalidad totalmente diferente e imponerse siempre como líder en los juegos de sus hermanos y amigos, escribía por la noche, cuando la negrura impedía jugar en la calle o en el patio de su casa.
Las historias que cada noche Antonio plasmaba en su libreta, eran sin duda, relacionadas con el aventurero de turno de cada semana. Así, había historias de piratas, del séptimo de caballería, de indios, conquistadores, soldados, héroes mitológicos griegos o generales conquistadores romanos.
Antonio, siempre era el héroe vencedor y pasaba de ser Ulises a Jerónimo, en las escasas dos horas que duraba la proyección de las tres de la tarde, en el único cine que había en su población.
Don Severo, era el maestro del pueblo. Un maestro de profesión y vacación, que odiaba la palabra profesor.
Contrario a su nombre, Don Severo era un hombre culto y bondadoso, cuya dedicación a los chavales, era la labor primordial que se había encomendado a sí mismo en esos tiempos de manejo y oscurantismo del conocimiento y de la cultura en España. También fue él el que descubrió el interés de Antonio y el hambre de saber que el muchacho demostraba. Así fue como Don Severo, le explicó a nuestro protagonista, que no tenía que esperar al domingo para conocer otras historias y además, que había un modo mucho más atrayente de conocer la vida de los grandes personajes de la historia, porque las imágenes no se las ponía nadie, que era él el único que pondría escenas a las historias que conociera. Le invitó a acompañarlo a su casa y le mostró la espléndida biblioteca que poseía y le mostró algunos libros con ilustraciones, que entusiasmaron al chaval. Como la Odisea, fue la última película que Antonio había visto, le invitó a leerla, dejándole el libro para que se lo llevara a casa.
Antonio, empezó a leer y a escribir al mismo tiempo, a una velocidad vertiginosa, leyéndose rápido, gran parte de la biblioteca del buen maestro.
Pasados unos años, Antonio consiguió una beca y se trasladó a Madrid a estudiar…
Pero eso ya es otra historia complementaria del gran escritor, que no hubiera existido, de no ser por aquellas películas y principalmente, por la ayuda y el conocimiento que le había aportado su querido y respetado Don Severo.